Lidubino era un hombre millonario, pero se encontraba
enfermo de gravedad a punto de morir, consciente de que sus días en este mundo
estaban por concluir, manda a uno de sus hijos a buscar al sacerdote de la
parroquia “La esperanza”
El padre llega
ante el malogrado enfermo y dice:
-Aquí estoy Lidubino, que me cuentas
-El enfermo con preocupación
dice: padre lo he mandado llamar porque se acerca mi última hora
¿Entiendo lidubino
quieres confesarte?
¡Si! padre y también
quiero donar a la iglesia: mi casa, mi hacienda, un millón de dólares que tengo
en el banco, mis 7 automóviles, quiero donar mi helicóptero mi jet privado, y...
luego pregunta emocionado: ¿con esas donaciones padrecito cree que tengo ganado un lugar en el cielo? El padrecito asombrado por inesperada donación
millonaria dice: “con sinceridad Lidubino no podría garantizarlo un cien por ciento....
pero vale la pena intentar la inversión...”
Que reto y desafío que tenemos los Cristianos: “Intentar
la inversión”
Vale la pena ayudar
a tantos pobres y necesitados. Hablando de pobres cuantos habrá en el
mundo? Según algunos estudios existen más
de 900 millones de personas que tienen hambre,
hay millones de personas que despiertan con hambre, llega la hora del almuerzo,
pero ellos no tienen el almuerzo en la mesa, llega la noche y la cena no llega
para ellos. Es triste observar como
muchos de nosotros rechazamos o despreciamos cierto tipo de comidas con la
siguiente frase: “No me gusta”, en ese
momento del “no me agrada la comida” deberíamos recordar que millones de
millones sueñan y ansían tener un plato de comida en la mesa.
Cuando quizás le pase por la mente la frase: “yo no
tengo la culpa de la desgracia de otros” le recuerdo que Dios ha permitido que haya
millones de pobres hambrientos, para que
Usted y Yo tengamos la oportunidad de intentar la inversión que decía el
padrecito de la historia de humor. Dios por medio de los que sufren de hambre
nos da la gran oportunidad de ser felices. ¿Por qué voy a ser feliz ayudando a los demás?
Quizás se preguntara Usted, pues déjeme responderle con un pasaje de la
Biblia:
“Hay mayor felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20,35)
La felicidad duradera no está en tener dinero y bienes
La felicidad no la vamos a encontrar en las joyas y
vestidos
La única y verdadera felicidad que se
mantiene y es permanente, la encontramos cuando ponemos en práctica el verbo “DAR”.
Para ayudarnos a intentar la inversión, para animarnos a
ser más generosos con los pobres y los que pasan por muchas necesidades leamos meditemos y pongamos en práctica lo que
dice 2da Corintios 9,7-9:
“Cada
uno dé según lo que decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza,
pues Dios ama al que da con corazón alegre. Y poderoso es Dios para bendecirles
de mil maneras, de modo que nunca les falte nada y puedan al mismo tiempo
cooperar en toda obra buena. La Escritura dice: Repartió, dio a los que tenían
hambre; sus méritos permanecen para siempre.”
Amen
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