ALGÚN DÍA…

San Mateo 7,21-23 . “No todos los que me dicen: ¡Señor, Señor!, entraran en el reino de los cielos sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial. Aquel día muchos me dirán, Señor, Señor, nosotros comunicamos mensajes en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros. Pero entonces les contestaré: Nunca los conocí, ¡Aléjense de mi, malhechores.”

No todo el que me diga Señor, Señor entrara al cielo, sino solamente aquel que hace la voluntad de mi Padre Celestial, nos recuerda Nuestro Señor Jesucristo.
Hacer la voluntad de Dios,  quiere decir dejar de lado nuestro egoísmo.
Hacer la voluntad de Dios, equivale a servir a los demás
Hacer la voluntad de Dios, significa un cambio de vida.
Hacer la voluntad de Dios, es tomarlo en cuenta  en todas nuestras decisiones
Hoy la gente hace la voluntad, pero la voluntad suya.
No es sino hasta que estamos pasando problemas,  solamente cuando llega la dificultad,  cuando la enfermedad aparece,  cuando necesitamos algo con urgencia, es que acudimos a Dios, pedimos perdón, y nos comprometemos en cambiar de vida.  Le decimos muy arrepentidos que si Él nos ayuda, que si Él nos sana, si Él nos soluciona los problemas nosotros HAREMOS su VOLUNTAD, y más de una vez le repetimos ¡Señor: ahora es cuando te seguiré!, ahora es cuando te amaré por sobre todas las cosas.  Cabe aclarar que todo esto lo decimos cuando todavía esta el dolor, cuando aún estamos con la enfermedad, cuando aún estamos pasando por la gran dificultad,  ahí es cuando prometemos, cambiar de vida.

Un avión se dirigía de España a Bolivia.  Entre los pasajeros había un hombre de 33 años. Su nombre era Rigoberto él  venía muy feliz,  ya que después de 3 años de trabajar en el extranjero retornaba a su país, su amada Bolivia, su alegría era inmensa porque fruto de 3 años de trabajo él había logrado reunir varios miles de dólares, los cuales  aseguraban el futuro de su familia.

Cuando nuestro personaje estaba feliz pensando en qué iba a invertir su dinero y cómo iba a gastarlo el avión sufre un percance,  por el altavoz, el piloto da la señal de alerta, diciendo que habían tenido problemas con uno de los motores,  y que debido a la dimensión de la falla mecánica, tendrían que aterrizar de emergencia.

 El piloto  recomienda que conserven la calma que todo iba a salir bien.  La gente al escuchar esto, sienten pánico, la mayoría empieza a gritar y a decir:- ¡vamos a morir! , ¡Auxilio!  Otros empiezan a rezar, en fin el pánico era general.

Rigoberto que antes estaba contento y feliz, maquinalmente  comienza a rezar. Suplica a Dios  que les ayude.  En su plegaria, le ofrecía una y mil cosas,  y le decía a Dios con voz fuerte:

-     ¡Señor si me salvas del peligro, cambiaré de vida!
-        ¡Señor si me salvas de morir te prometo que iré a la misa todos los domingos!
-        ¡ Dios te juro que si haces que el avión no se estrelle y pueda aterrizar sin problemas, te prometo que lo primero que haré al tocar tierra será  ayudar al prójimo,  dar parte una buena suma de dinero como limosna el domingo cuando vaya a misa, daré también mi ayuda generosa a todos los mendigos que encuentre por la calle.  ¡Señor!  Te suplico sálvame, sálvanos.

Y cada vez con voz más suplicante repetía su plegaria. A su lado venia un sacerdote que también estaba rezando en silencio, y escucha con atención la oración de su compañero de asiento.

Así pasaron los minutos de temor, miedo y pánico para todos los pasajeros, en particular para nuestro personaje boliviano.  Luego de varias maniobras del experimentado piloto, el avión logro aterrizar.   Y todos los pasajeros gritaron de alegría y dijeron ¡estamos salvados!  Ya paso el peligro,  estamos en tierra,  sanos y salvos!

En cuanto  Rigoberto se aprestaba a salir del avión, el sacerdote que venia a su lado lo detiene y le dice:

-Oiga buen hombre, escuché su plegaria, escuché como usted oraba a Dios, cuando estaba el avión a punto de estrellarse, escuché sus promesas, usted   cambiaria de vida, que asistiría a misa todos los domingos,  escuche su promesa de que iba a dar de de ofrenda en la iglesia el domingo varios dólares recuerdo  que prometía  dar limosna a todos los mendigos que se encuentre en la calle. Realmente me impresionaron sus promesas, ahora solamente le queda bajar del avión e ir a poner en acción y cumplir todas esas buenas acciones.

Rigoberto sorprendido responde:- ¿Todas esas promesas hice yo?   Y ahora usted me dice que vaya a cumplirlas.  No se preocupe padrecito,  ALGÚN DÍA LAS CUMPLIRE,  pierda cuidado,  ALGÚN DÍA LAS CUMPLIRE…

Lamentablemente hay en la actualidad muchos que cuando están en problemas, cuando pasan por alguna enfermedad, pasan por alguna necesidad hacen  una y mil promesas a Dios, con la condición de que Dios les ayude, pero luego que pasa el peligro,  que la enfermedad desaparece, cuando ya no hay necesidad,   nos olvidamos de nuestras promesas y le decimos a Dios.  No te preocupes Señor:

Algún día cumpliré las promesas que hice.
Algún día cambiaré de vida
Algún día ayudaré al prójimo dando limosnas
Algún día iré a misa, y daré buenas ofrendas.
Algún día leeré la Biblia
Algún día Señor  te seguiré y te serviré.
Algún día te amare con todo el corazón, la mente y el alma
No te preocupes Señor Algún día…

Usted que lee esta reflexión, no deje para mañana lo que puede hacer hoy. Cambie la frase de ALGÚN DÍA por la siguiente:

Este día  Señor voy a dejar el egoísmo.
Este día Señor voy a ayudar y servir a mi Prójimo
Este día  voy a ser un buen esposo un buen padre de familia
Este día Señor me arrepiento cambio de vida.
Este día Señor, te amaré con todo mi corazón, con toda mi mente, y con toda mi alma.

Este día no solo, te voy a decir Señor, Señor, Sino que también ¡haré solo tu voluntad!



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