2da Corintios 1,3-4 “Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús, nuestro Señor, Padre lleno de ternura, Dios del que viene todo consuelo. El nos conforta en toda prueba, para que también nosotros seamos capaces de confortar a los que están en cualquier dificultad, mediante el mismo consuelo que recibimos de Dios”
Al leer o escuchar el titulo de esta reflexión: “CONSUELO”, seguro mas de uno pensara que vamos a hablar de su suegra, vamos a hablar de su esposa, o de cualquier persona que usted conozca que se llama “Consuelo”. No es así, en esta oportunidad vamos a referirnos al CONSUELO, pero al que viene de Dios Padre, por medio de nuestro Señor Jesucristo, puesto en acción por el Espíritu Santo.
En este momento retrocedo en el tiempo, años atrás, muchos añas atrás, recuerdo cuando era niño, muy niño, me veo jugando y corriendo, la vida de un niño es esta, pero resulta que en muchos momentos de nuestro jolgorio infantil, tropezamos, caemos y nos golpeamos (piense y recuerde el dolor de sus primeros porrazos de niño) tras los primeros dolores:
¿Qué hacemos? ¿A quien acudimos?
Lo primero que hacemos es buscar a nuestros padres o abuelos, y entre sollozos ante la pregunta de que nos ha pasado, señalamos el lugar del golpe y en vez de calmarnos, gritamos aun más indicando con ello el dolor. Nuestros padres preocupados proceden a consolarnos, frotando a acariciando el área del dolor, se empeñan en combatir nuestro dolor y aflicción.
Todos esos dolores son simples golpes que vinieron de nuestras travesuras infantiles.
Y ahora volvamos a nuestro presente, nuestra actualidad, algunos llevan 15 otros van por 30, otros pasaron la barrera de los 50 y otros ya llegan o pasaron los 70 años de edad. Una sencilla y simple pregunta:
¿Te sigues golpeando? ¿Cuántos golpes a causa de un tropiezo? Algunos cantan con frecuencia el estribillo de aquella canción famosa “TROPEZE DE NUEVO CON LA MISMA PIEDRA”.
En la vida nos sobrevienen GOLPES de todo tipo, GOLPES que causan DOLOR y sufrimiento, Golpes que dejan heridas, fracasos que se llevan nuestra esperanza, errores que nos hacen vivir tristes y angustiados.
Ante estos golpes, la Buena Noticia, viene de nuestro Padre Celestial su palabra nos dice que podemos buscar ayuda y consuelo en Dios el cual nos conforta, nos auxilia en toda, clase de pruebas y golpes.(2da Cor 1,4)
¿Necesitas el consuelo de Dios?
Nuestras penas son tan grandes, por ello muchas personas, se embriagan para ahogar sus penas, otras se aíslan en su casa y no quieren recibir ni hablar con nadie.
Un día Afligido se encontraba en su casa encerrado, sufriendo por que su mujer lo había abandonado.
Al conocer esta noticia su amigo Alentador, llega a su casa con la misión de animar a su amigo Afligido.
Afligido al ver a su amigo, no paraba de decir:
-Me dejo, me abandono, se fue, ¡Que dolor este que siento en el corazón! Me abandono, me dejo para siempre, ¡Que pena tan grande!...
Alentador empieza a animar a su amigo diciéndole:
-Cálmate, amigo Afligido, Cálmate.
Afligido, seguía apenado y quejándose repetía ¡Mi pena es tan grande!
-Te entiendo, te comprendo decía Alentador, pero no puedes aislarte y encerrarte en tu casa, y se dispone abrir la puerta.
Ante esta acción nuestro amigo Afligido pregunta:
¿Qué haces?
-Por lo menos abro la puerta para que entre el sol, abro la puerta para que entre la luz del sol, replica Alentador.
Entonces Afligido exclama ¡No! ¡No! Y ¡No!, Hoy no quiero recibir a nadie, mi pena es tan grande que no quiero que entre nadie en mi casa, no quiero que entre ni el sol…
No cierre las puertas de su corazón a la luz que trae el consuelo de Dios.
Muchos tenemos alguna pena, hay dolor, en nuestra vida, por diferentes golpes, ante todo esto podemos también decir como nuestro amigo afligido ¡Que Dolor! ¡Que pena tan grande la que tengo!
La Buena Nueva es que Dios toca las puertas de su casa, Jesucristo la luz del mundo que brilla por encima de toda oscuridad, toca las puertas de su corazón. APRISA, ABRA las puertas de su corazón y su vida, recíbalo en su casa, DEJELO ENTRAR, el quiere CONSOLARLO, el quiere quitar y borrar todas sus penas, quiere curar todas las heridas de su corazón. Por medio de su palabra Dios quiere darle una nueva vida.
Ponga su confianza en el versículo 50 del salmo 119:
“Este es mi CONSUELO en mi miseria, que tu palabra me vivificara”.
Oremos juntos:
Padre amado y misericordioso, en este momento estoy abatido por los golpes que he recibido, estoy sufriendo a causa de mis tropiezos y errores, estoy herido Señor, mi pena es grande, el dolor es insoportable, Señor, por favor ven a CONSOLARME, confió en tu misericordia, tengo fe y confianza que en mi miseria, en mi dolor y sufrimiento, este es mi CONSUELO, el alivio que siento en mi vida es por que tu, PALABRA ME VIVIFICARA. ¡Gracias Señor!
Al leer o escuchar el titulo de esta reflexión: “CONSUELO”, seguro mas de uno pensara que vamos a hablar de su suegra, vamos a hablar de su esposa, o de cualquier persona que usted conozca que se llama “Consuelo”. No es así, en esta oportunidad vamos a referirnos al CONSUELO, pero al que viene de Dios Padre, por medio de nuestro Señor Jesucristo, puesto en acción por el Espíritu Santo.
En este momento retrocedo en el tiempo, años atrás, muchos añas atrás, recuerdo cuando era niño, muy niño, me veo jugando y corriendo, la vida de un niño es esta, pero resulta que en muchos momentos de nuestro jolgorio infantil, tropezamos, caemos y nos golpeamos (piense y recuerde el dolor de sus primeros porrazos de niño) tras los primeros dolores:
¿Qué hacemos? ¿A quien acudimos?
Lo primero que hacemos es buscar a nuestros padres o abuelos, y entre sollozos ante la pregunta de que nos ha pasado, señalamos el lugar del golpe y en vez de calmarnos, gritamos aun más indicando con ello el dolor. Nuestros padres preocupados proceden a consolarnos, frotando a acariciando el área del dolor, se empeñan en combatir nuestro dolor y aflicción.
Todos esos dolores son simples golpes que vinieron de nuestras travesuras infantiles.
Y ahora volvamos a nuestro presente, nuestra actualidad, algunos llevan 15 otros van por 30, otros pasaron la barrera de los 50 y otros ya llegan o pasaron los 70 años de edad. Una sencilla y simple pregunta:
¿Te sigues golpeando? ¿Cuántos golpes a causa de un tropiezo? Algunos cantan con frecuencia el estribillo de aquella canción famosa “TROPEZE DE NUEVO CON LA MISMA PIEDRA”.
En la vida nos sobrevienen GOLPES de todo tipo, GOLPES que causan DOLOR y sufrimiento, Golpes que dejan heridas, fracasos que se llevan nuestra esperanza, errores que nos hacen vivir tristes y angustiados.
Ante estos golpes, la Buena Noticia, viene de nuestro Padre Celestial su palabra nos dice que podemos buscar ayuda y consuelo en Dios el cual nos conforta, nos auxilia en toda, clase de pruebas y golpes.(2da Cor 1,4)
¿Necesitas el consuelo de Dios?
Nuestras penas son tan grandes, por ello muchas personas, se embriagan para ahogar sus penas, otras se aíslan en su casa y no quieren recibir ni hablar con nadie.
Un día Afligido se encontraba en su casa encerrado, sufriendo por que su mujer lo había abandonado.
Al conocer esta noticia su amigo Alentador, llega a su casa con la misión de animar a su amigo Afligido.
Afligido al ver a su amigo, no paraba de decir:
-Me dejo, me abandono, se fue, ¡Que dolor este que siento en el corazón! Me abandono, me dejo para siempre, ¡Que pena tan grande!...
Alentador empieza a animar a su amigo diciéndole:
-Cálmate, amigo Afligido, Cálmate.
Afligido, seguía apenado y quejándose repetía ¡Mi pena es tan grande!
-Te entiendo, te comprendo decía Alentador, pero no puedes aislarte y encerrarte en tu casa, y se dispone abrir la puerta.
Ante esta acción nuestro amigo Afligido pregunta:
¿Qué haces?
-Por lo menos abro la puerta para que entre el sol, abro la puerta para que entre la luz del sol, replica Alentador.
Entonces Afligido exclama ¡No! ¡No! Y ¡No!, Hoy no quiero recibir a nadie, mi pena es tan grande que no quiero que entre nadie en mi casa, no quiero que entre ni el sol…
No cierre las puertas de su corazón a la luz que trae el consuelo de Dios.
Muchos tenemos alguna pena, hay dolor, en nuestra vida, por diferentes golpes, ante todo esto podemos también decir como nuestro amigo afligido ¡Que Dolor! ¡Que pena tan grande la que tengo!
La Buena Nueva es que Dios toca las puertas de su casa, Jesucristo la luz del mundo que brilla por encima de toda oscuridad, toca las puertas de su corazón. APRISA, ABRA las puertas de su corazón y su vida, recíbalo en su casa, DEJELO ENTRAR, el quiere CONSOLARLO, el quiere quitar y borrar todas sus penas, quiere curar todas las heridas de su corazón. Por medio de su palabra Dios quiere darle una nueva vida.
Ponga su confianza en el versículo 50 del salmo 119:
“Este es mi CONSUELO en mi miseria, que tu palabra me vivificara”.
Oremos juntos:
Padre amado y misericordioso, en este momento estoy abatido por los golpes que he recibido, estoy sufriendo a causa de mis tropiezos y errores, estoy herido Señor, mi pena es grande, el dolor es insoportable, Señor, por favor ven a CONSOLARME, confió en tu misericordia, tengo fe y confianza que en mi miseria, en mi dolor y sufrimiento, este es mi CONSUELO, el alivio que siento en mi vida es por que tu, PALABRA ME VIVIFICARA. ¡Gracias Señor!
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