EL SALVAVIDAS


EL SALVAVIDAS Dos sobrevivientes de un naufragio habían pasado ya tres días sin comer ni beber a bordo de un pequeño bote salvavidas. La esperanza de recibir auxilio era remota. Y por fin uno de los náufragos, desesperado, cayó de rodillas y oró en alta voz de esta manera: “Oh Dios, mi vida ha sido mala, pero si me salvas te prometo que el resto de mi existencia”… pero antes de que pudiera terminar la frase, su compañero lo interrumpió y le dijo: “Espera, no prometas nada, que a la distancia me parece ver tierra”. Verdadero o no, este dialogo entre los náufragos ilustra la actitud de las muchas personas que solo se acuerdan de Dios en la hora de la angustia y la desesperación. Recurren a él como si solo fuera una mera tabla de salvación. Pero pasado el momento de apremio vuelven a olvidarse del Eterno. ¿Es esto fe o amor a Dios? Es apenas la acción interesada del egoísta, que recurre a Dios solo en busca de beneficios personales. Busquemos y clamemos a Dios no solo en los días de angustia, sino todos los días, nuestra plegaria diaria tiene que ser la del Salmo 63,1-2 “Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua” 
Amen

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