Leandrito entra corriendo y gritando
Papa, papa y luego dice: “Me puedes dar unas monedas para ayudar a un hombre
que está gritando en la calle” Lidubino se siente muy orgulloso de su hijo y le
dice: “Que buen corazón tienes, al querer ayudar a ese pobre hombre” y luego de
darle las monedas al niño pregunta: ¿Qué está gritando ese hombre? El niño
sonriendo con las monedas en la mano dice: “Helados a los ricos helados…”
Esta historia de humor se asemeja a
nuestra vida espiritual. Todos los días
el tentador sale a las calles de nuestra vida ofreciéndonos todo tipo de
dulces, el diablo se esmera todos los días por ofertarnos diversos caramelos,
este nos dice que estos “Endulzaran tu vida”
Hoy por hoy los caramelos del mundo
prometen hacernos felices y dichosos. Y la triste realidad es que hoy millones
han caído en la “trampa del dulce”, es triste constatar que millones viven
sumergidos en el caramelo de la droga. Millones se encuentran sumergidos y
embarrados en el dulce llamado “Alcoholismo” al caer ante este dulce yo les
puedo contar con mucha experiencia porque yo lo estuve durante 12 años, uno
sufre y hace sufrir mucho a sus familiares.
Y qué decir del caramelo llamado “Adulterio”
este dulce tiene hoy atrapado a millones también, la consecuencia de una
infidelidad es trágica casi siempre esta produce la ruptura y destrucción del
hogar. Y más aún hoy el dulce de la “Fornicación” millones de jóvenes tienen
relaciones sexuales antes de casarse y producto de esas relaciones hoy hay
millones de jóvenes embarazadas y muchos de estos terminan en aborto.
La Buena noticia ante los “caramelos
que nos ofrece” el tentador, es que Dios también todos los días saldrá a las “calles
de la vida” para ofrecernos el verdadero dulce, Cristo todos los días nos ofrecerá
el caramelo que nos dará “Vida en abundancia” (Jn 10,10)
Tú decides mi amigo:
¿Aceptas los dulces del enemigo? Que luego
volverán tu vivir en una “Amarga vida”
O ¿Aceptas el alimento que Dios te
ofrece? Si aceptas este alimento tu vida se transformará de dulzura en dulzura,
y podrás decir como el Salmista: “A mi paladar tu palabra es más dulce que la
miel a mi boca” (Salmo 119,103)
Amen
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