A TIEMPO Y A DESTIEMPO

 “Surgirán muchos falsos  profetas, que engañaran  a muchos. San Mateo 24.11-13 . Y al crecer  cada vez más la maldad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.” 
 
Estos tres versículos  que hemos leído, es como una película  o una novela,  tiene un principio,  una trama,  y un final. Lo que nos narra la sagrada escritura no es algo ajeno a nuestro conocimiento,  hoy en día aparecen  por todos lados falsos maestros, disfrazados de escritores que con su manera de interpretar y por obtener jugosos ingresos de dinero, andan desviando y confundiendo a un sinnúmero de fieles

También es más y mas evidente que la maldad  de diferentes maneras aumenta, la ola delictiva, la violencia  en el hogar, en la calle, en la ciudad, en el país y en el mundo entero  cada día se va renovando y multiplicando.  El  efecto y resultado se ve reflejado como dice la escritura en que el amor de muchos se enfría,  muchos fieles dejan de asistir a la iglesia y empieza a  vivir alejados de la gracia de Dios,  viven una vida sin piedad, sin misericordia, sin producir los frutos a lo cual como hijos de Dios estamos llamados a dar.

En fin lo evidente  que nos narra el evangelio es que solo el que Persevere hasta el fin, el que ante  los ataques del mal,  por medio de libros, películas,   ante la cultura del placer,  y en general el que se mantenga firme en esta cultura de muerte, en la que vivimos, ése se salvará.
 
¿Qué podemos hacer ante todo esto?

Es momento de  poner en práctica lo que dice San Pablo en 2ª Timoteo 4,1-4.“Te ruego delante de Dios y de  Cristo Jesús, juez de vivos y muertos, que ha de venir y reinar, y te digo: Predica la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, amenazando, o aconsejando, siempre con paciencia y dejando una doctrina. Pues llegará un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana enseñanza, sino que se buscarán  maestros a su  gusto, hábiles en captar su atención;  cerrarán los oídos a la verdad y se volverán hacia puros cuentos”. 
 
Dicen que una vez cierto hombre vivía en un pueblo donde el común denominador era la confusión y la maldad abundaba en este pueblo,  el placer, la libertad y el desenfreno de la carne, era similar al de Sodoma y Gomorra,  en fin este pueblo estaba sumergido en una oscuridad espiritual total.  El personaje de esta historia, se llamaba Jerónimo y  todos los días salía a las calles y en cada esquina se paraba y empezaba a predicar,  anunciaba la Buena Nueva y decía con voz fuerte:-  “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios esta cerca,  arrepiéntanse, cambien sus vidas,  para que Dios les perdone sus pecados”. Pero… nadie le escuchaba, nadie se arrepentía,  aún así Jerónimo continuaba todos los días, todo el tiempo con lo mismo, predicando la Buena Nueva de la Salvación.
Un día el dueño de una cantina que había escuchado a Jerónimo todos los días, con el mismo tema,   le dice:- ¡ Oiga Jerónimo!,  por que usted sigue todos los días predicando si nadie le escucha, nadie cambia su vida.  Por que sigue usted con lo mismo y lo mismo si no le da resultado,  entonces Jerónimo firmemente responde:  

Todos los días predico e insisto con lo mismo, a pesar de que ellos no cambian de vida,  sigo con lo mismo, pues de no hacerlo así,  si dejo de predicar, puede ser que ellos me cambien a mí,

Hermanos es este tiempo debemos seguir adelante, predicando anunciando y aconsejando pues ha llegado el tiempo en que como dice la palabra de Dios, la gente  no escuchan, ni  viven de acuerdo al evangelio de Jesús,  sino que cada uno se busca maestros a su gusto, a su medida.
 
 Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero el hombre ha cambiado esto y  ahora el hombre ha hecho un Dios a su imagen y semejanza, según como le convenga. La gente se fabrica dioses a su conveniencia y a su gusto,  muchos han cerrado los oídos a la verdad de Cristo y por el contrario creen a todos los que se inventan fabulas, cuentos, libros, y películas.

Tenemos que predicar la Palabra de Dios, a tiempo y destiempo aunque la gente no se arrepienta, aunque no cambie, pues de no hacerlo corremos el riesgo de que  nos cambien  a nosotros, corremos el riesgo de alejarnos del reino  de la luz y acercarnos al reino de la oscuridad.

Quiero terminar con una gran promesa de Cristo para sus fieles servidores, esta promesa se encuentra en:
San Mateo 10,32-33 y dice así  “Por todo aquel que declare por mÍ ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos, pero a quien me niegue ante los hombres, lo negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos”. 



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