El avión de pasajeros entro en una zona de turbulencia.
Lidubino viajaba en avión por primera
vez, pensó que era el fin y atemorizado comenzó
a rezar:
“Dios mío, yo soy rico. Si permites que este avión aterrice sin
contratiempos, te daré la mitad de todo lo que poseo”. Luego de pasar la zona de turbulencia el avión aterrizó sin contratiempos, el hombre
de la promesa fue el primero en bajarse. Ya en la sala del aeropuerto, un
sacerdote le dio una palmada en el
hombro y le dijo: -Señor, yo venía en el avión cerca de usted y oí por
casualidad su plegaria. Soy sacerdote, y estoy aquí para cobrar lo que le ofreció
a Dios. Entonces excusándose Lidubino con gesto de burla exclama: “Ya le hice a
Dios una mejor oferta padre, le dije que si vuelve a sorprenderme en un avión,
no solo le daré la mitad de mis bienes sino que se puede quedar con todo”…
Promesas y promesas a Dios, cuantas veces las hemos hecho, de manera
particular cuando estamos en dificultades, cuando no encontramos solución a estas, pedimos a Dios por un
milagro, suplicamos por El.
Dios que es rico en bondad y misericordia, viene en nuestra ayuda nos concede
el milagro y soluciona nuestros problemas. Pero pasó la tormenta, se fueron los
problemas y muy pronto nos olvidamos de
nuestra promesa, ponemos cientos de excusas para no realizarlas.
No pongas excusas para cumplir tus promesas a Dios,
nada raro que en cualquier momento nuevamente estés pidiendo y suplicando su ayuda.
Porque él dice en las Escrituras:
“En el
momento oportuno te escuché;
en el día de la salvación te ayudé.”
en el día de la salvación te ayudé.”
Y ahora es el momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación!
(2da Corintios 6,2)
Por lo
cual dice: “Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron.” (Hebreos 3,15)
no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron.” (Hebreos 3,15)
Amen
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